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HUÉRFANOS
Es curioso como muchas películas de Hollywood y Disney en particular, que se dirige a un público infantil, nos muestran una y otra vez el argumento de un protagonista sin padres o que se queda huérfano en el transcurso de su historia, a menudo en su inicio.
Este hecho traumático, que conmueve y gana las simpatías del espectador, marcará el desarrollo de los acontecimientos. No importa si es niño o niña, mujer o varón o representante del mundo animal, si es Bamby o el Rey León, Blancanieves o Aladino, la Cenicienta o el Rey Arturo. Lo que importa es que se queda solo o en manos de alguien malvado, que lo usa para su beneficio y no le importa su bienestar.
Con la soledad y el desamparo comienza una historia de aventuras y desventuras, encontrándose y teniendo que enfrentar un mundo inhóspito e incomprendido, donde la maldad es cotidiana y la virtud no solo es difícil de hallar, sino que es mancillada y perseguida.
¿A qué suena todo esto? ¿Por qué es tan fácil quedar atrapado con este tipo de argumentos y rápidamente nos identificamos con el protagonista? ¿Es que hay algo de ello, profundo y oculto, en nuestra propia existencia? Desde luego que sí, pues todos pasamos por este proceso. No solo en la existencia física, donde desde pequeños hemos tenido que experimentar la pérdida de seres queridos y familiares, sino en la proyección mayor de la Vida, cuando nos alejamos de nuestro Hogar donde pertenecemos y sufrimos una desconexión con la Fuente de todo lo creado, experimentando la ausencia de su Luz.
Por analogía, como es abajo es arriba. ¿Qué le ocurre a los niños que son alejados de sus padres, bien por fallecimiento o por alejamiento, por ocupaciones y largas ausencias? Pues que terminan cayendo en las manos del sistema, representados por gobiernos y autoridades, por profesores y sacerdotes, por programas de televisión y redes sociales, sin una familia unida, sin un núcleo fuerte que lo guíe y acompañe. Se criará con falta de cariño y el necesario Amor, sin palabras amables, sin los cuidados necesarios y sin la compañía de aquellos seres que te quieren de verdad, que se preocupan por ti y procuran tu felicidad.
En las películas, una vez el protagonista se siente solo y abandonado, sin el referente de su progenitor, es cuando comienza su camino de aprendizaje, teniendo que afrontar a base de experiencias la búsqueda de su propia identidad, de su propia verdad. Un camino que, plagado de penas y alegrías, obstáculos y vicisitudes, le llevará a perderse en el laberinto de sus pensamientos y la fascinación de sus deseos. Perseguirá ilusiones y será tentado por la falsa luz, mendigará migajas de amor y se dejará engañar por los elogios, sucumbirá a los placeres y se perderá en el inmenso mar del olvido…
Pero un día despertará. Ya sea porque encontró al genio de la lámpara, por recibir el beso del príncipe enamorado o por sacar una espada mágica clavada en la roca… pero despertará.
Y entonces se hará consciente de su verdadera naturaleza, conectará con su esencia y manifestará su Ser. Dándose cuenta que, aunque perdido, nunca estuvo solo en realidad, que el mundo tan solo obedecía a sus deseos, como ahora lo hará a su voluntad, pues se ha hecho consciente de su luz y también de su oscuridad.
                                                                                                              Ángel Hidalgo.

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