GALLINA, ÁGUILA O ...
Los
seres humanos hemos aceptado la globalización y los imperialismos desde las
creencias inducidas y aleccionados en la necesidad de estos sistemas para
nuestra supervivencia, porque nos convencieron sus afirmaciones de querer alimentarnos,
cuidarnos y protegernos de los salvajes incivilizados y sin religión que
habitaban la tierra de sus ancestros, ignorantes y supersticioso sin moral que
nada aportan al progreso humano.
A través de los siglos, los que nos “crían” como gallinas de
corral han ido cambiando la forma de los corrales y de sus vallas de
contención, el cobijo y el pienso que nos dan, pero el mensaje siempre ha sido
el mismo, “dad gracias de que te tenga a mi cuidado, del pienso y el cobijo que
te doy por que ¿que haríais vosotras sin mí? ¿No veis que solo sois unas
tristes gallinitas? Esta es vuestra vida, no hay nada más.
Y con esos argumentos se acachan las cabezas buscando los pocos
granos de suelo que se puedan encontrar, porque "esto es lo que hay",
olvidándose le lo mas importante, mirar a los otros y a uno mismo trascendiendo
las creencias para poder ver la verdad de lo que somos y de lo que son.
Hay
un cuento africano que nos hace ver la necesidad de salir de la cómoda apatía de
las burgués y trascender las fronteras de nuestra propia mente, pues el final
de esta historia será acorde a nuestra decisión. Es nuestra responsabilidad la
proyección de esta realidad, pues creamos lo que creemos.
Cuento del águila que creía ser gallina.
“Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo
colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció
con la nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos,
pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos,
piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo adulta. Un día divisó muy
por encima de ella, en el límpio cielo, una magnifica ave que flotaba elegante
y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus
poderosas alas doradas.
El águila miraba asombrada hacia arriba. - ¿Qué es eso?,
preguntó a una gallina vieja que estaba junto a ella.
- Es el águila, la reina de las aves -respondió la gallina- Pero
no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.
De
manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y vivió y murió creyendo que
era una gallina de corral”.
¿Nos
conformaremos con este final? ¿Se queda nuestro corazón en paz?
El cuento puede tener otro final, este:
“Un día un naturalista que pasaba por allí, y vio al águila, acordó
con el campesino enseñarla a volar.
El naturalista la cogió en sus brazos, suavemente y le dijo “Tu
perteneces al cielo y no a la tierra abra tus alas y vuela" El águila sin
embargo estaba confusa: no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó
y se reunió con ellos de nuevo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó el
águila al tejado de la casa y la animó diciéndole: “Eres un águila, abre las
alas y vuela." Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido
y saltó otra vez en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano al tercer día, saco el águila
del corral y lo llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y lo
animó diciéndole “Eres un águila y perteneces al cielo, ahora abre las alas y
vuela."
El águila miro alrededor, hacía el corral y hacía arriba, al
cielo. Pero siguió sin volar.
Entonces el naturalista lo levantó directamente hacía el
Sol; el águila empezó a templar y abrió lentamente las alas y finalmente con un
grito triunfante voló alejándose hacia el cielo”.
Y la historia sigue....
El águila, por fin dueña de sí misma decido volver y volar por
encima del corral donde estaban sus hermanas gallinas y desde el cielo empezó a
hacer piruetas para llamar su atención. Las gallinas pensaban que el águila se había
vuelto loca y sin hacer caso volvían a su picotear mirando al suelo.
Pero el águila no se rendía y seguía haciendo gestos y gritándoles
aun sabiendo que no la entendían, no se rindió mientras bajaba de altura y ya
cerca de sus hermanas logro gritarles fuerte:
¡Os estoy viendo! ¡Y sois águilas! ¡Sois águilas! ¡Volad!
Y las "creídas" gallinas empezaron a ver que sus alas eran grandes
y fuertes, que sus patas y garras eran de águila, que tenían la visión del águila.
Que sorpresa. ¡Eran todas águilas!
Y entusiasmadas empezaron a volar, una y otra, ¡y otra más!
Y en
el cielo se unían, y al contacto con las otras se trasformaban en una parte de
algo mucho mayor, cambiando su color y sus plumas por escamas y según llegaban volando
un águila tras otra, se entregaban a esa construcción, con su alma, con su espíritu y
con su corazón.
Y
ante los ojos de la creación...apareció el DRAGÓN, la UNIÓN de todos los que SON.
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